Matías Miguel Clemente Gabaldón

Bio-bibliografía

Matías Miguel Clemente Gabaldón, Albacete, 1978. Es licenciado en Filología Hispánica. En el año 2003 recibe el Premio Nacional de Poesía Joven Radio3 de Radio Nacional de España por su libro Lo que queda (DVD Ediciones. Barcelona). Resultó ganador del Premio de narrativa y de poesía del Certamen Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha en 2003 y 2004 respectivamente. En 2007 publica Los Límites (La Garúa. Barcelona). En el año 2015 publica Dreno (La Bella Varsovia. Madrid).

Ha participado en las antologías 33 de Radio3, Calamar ediciones; Inmaduros, Poesía joven de Castilla-La Mancha, Ediciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; Que la fuerza te acompañe, El Gaviero Ediciones; Serial, El Gaviero ediciones; El llano en llamas, Fractal Poesía; El peligro y el sueño, Escuela poética de Albacete, Editorial Celya y Desde el mar a la estepa, Chamán Ediciones. Ha sido coordinador, junto a otros autores, del Festival Fractal Poesía de Albacete durante la existencia del mismo. 

 

Sus poemas han sido traducidos al francés y al italiano para diversas publicaciones. Ha sido profesor de Lengua y Literatura en Turín durante 6 años. En la actualidad ejerce como profesor en su ciudad natal. 

Actividad o actividades en las que participa

Poemas

CABALLOS

En el preciso instante en que decides
dejar que caigan cosas, cualesquiera que sean,
por ejemplo, un caballo, haces que se suspenda
todo en tus ojos claros, aún de infancia acuosa.
En apenas segundos, se detiene
cada objeto del mundo sumergiéndose,
así, en la incertidumbre, lejos de donde estás.

Ese mundo que acepta, sin dolor, la caída
de un caballo, también se anuda a sus espaldas
la realidad como un paracaídas,
como un inevitable sacrificio,
como una consecuencia de la vida
que va arremolinándose en la piel,
al final, en las manos de un ser recién llegado.

Y de este modo, casi sin querer,
van cayendo, además de caballos, payasos,
coches, indios, vaqueros.
Van cayendo solícitos, perplejos
uno tras otro, inmóviles, serenos.
Van cayendo por las rendijas, mientras,
te sujeto las piernas detrás de la ventana,
siempre abierta, asombrada
del latigazo eléctrico que va
de tu pupila, hasta tus diminutos dedos
que arrojan nuestro mundo, hacia un derrumbe
que suena inevitable.

Quisiera descubrir si también dejarías
caer el mundo entero con ese mismo estrépito,
con esa enorme efigie en la mirada,
que te mantiene ausente,
como quien deja yerma una oportunidad,
un amor, una historia, unos poemas.
Si también dejarías con la misma quietud
desplomarse a la gente en Wall Street,
a las Torres Gemelas, la ciudad de Palmira,
los budas de Bamiyan, el puente viejo en Mostar,
las bibliotecas, todas,

                         Alejandría, Sarajevo,
                                      la vieja Babilonia o Roma.

Y es necesario anticiparse a todo
lo que dejas caer,
diría un estadista con sosiego.
Sin embargo, para alguien como yo
es mejor asumir todas las bajas
y evitar la negrura de tus ojos,
por si me miras como a aquel caballo,
como a ese animal dócil que únicamente
querría, aunque no pueda,
llevarte a lomos para siempre.

Inédito.